El port a PC de esta proeza técnica –que algunos califican como un título de transición y que, no obstante, le pasa el trapo sin ningún tipo de pudor a varios lanzamientos de la nueva e incipiente generación– llegó con “polémica”. Muchas de las sofisticadas reseñas en Steam se quejaban del hecho de tener que crearse, antes de empezar a manquear, una cuentita en PlayStation Network: situación densa y problemática para muchos deditos que puede llevar, como mucho, cinco extenuantes minutos. Una vez creada, dicha cuenta puede borrarse, darse de baja momentáneamente o, en última instancia, para todos aquellos que asuman la cualidad del letargo como un rasgo fundamental de su existencia, se puede dejar ahí, solita y sola, en el espacio etéreo de la nube, acumulando polvo estelar como un numerito inocuo, esperando por volver a reanudarse en algún subsiguiente, insondable siglo.
Desde Sony la movida fue extraña. En primer lugar, porque sencillamente se trata de una aventura de acción en tercera persona, de un solo jugador, y la idea de conectarse con otros para sumar granitos de arena a una experiencia que ostenta un componente narrativo importante, resulta, al menos de antemano, un tanto ilógica: excepción hecha de aquellos que ya tengan en su haber una consola de la japonesa y, por consiguiente, dispongan de una amplia gama de títulos en su biblioteca y la quieran llenar de trofeos, de logros, de insignias encumbradas y bien luminosas. En segundo lugar, si querían engrosar promedios en un gráfico de torta e incrementar sus cuentas bancarias, mientras en algún elevado e inaccesible salón un grupito de empresarios se entretenía deglutiendo sushi, la cosa no salió tan bien: al hecho de las prematuras calificaciones «variadas» en la plataforma de Valve, hubo que agregarle, por supuesto, la baja cantidad de usuarios activos jugando al mencionado jueguito en la semana misma de su lanzamiento. Una situación que, si se la compara con el rotundo éxito del God of War en 2022, resultó en principio desconcertante.
Sin embargo, si vamos a lo crudo, a lo elemental, al meollo de la cuestión, hay que decir que este juego es uno de los mejores traslados a la PC hechos hasta la fecha. El último título de Santa Mónica, al menos si se cubren las especificaciones recomendadas, se ve y se siente perfecto: incluso, también, si no se las tiene, ya que ofrece posibilidades hasta el hartazgo para que no existan excusas de agarrar un joystick o un teclado y ponerse a viciar. En este último sentido, vale decir que, a priori, quedaron afuera, según los requerimientos estipulados por el propio estudio, aquellas tarjetas gráficas con 4GB de VRAM (la memoria mínima requerida es de 6 u 8 GB), y este podría ser ciertamente un punto válido para empezar a fundamentar una suerte de crítica, puesto que tal especificación dejó, o deja, a muchos usuarios con ganas de aprovechar al máximo el rendimiento de la última cruzada de Kratos, Atreus y compañía.
Ragnarok, de todas formas, da cuenta de una lista prácticamente infinita de elementos, todos ellos muy elegantes, que se acoplan a necesidades diversas, y que hacen que los gamers de la denominada e insigne Master Race no tengan de qué quejarse ni por un instante, cosa que hacen, obviamente, más allá de la pantalla curva y panorámica y del ray tracing, porque el aire es gratis y son creadores de contenido. Esas bondades gráficas, señores y señoritas, son, entre otras, las siguientes: resoluciones y relaciones de aspecto para gustos y equipos varios, límite y desbloqueo de fotogramas, reducción de latencia, todos y cada uno de los métodos de reescalado habidos y por haber (DLSS, FSR, XeSS), soporte para dualshock y dualsense, dificultades bien inclusivas para no largar el moco al primer obstáculo o puzzle incomprensible, detalles de texturas, modelos, reflejos, ambientes, filtros, iluminaciones, sombras: todo bien separado y diseccionado, como si el diseño de los escenarios y del mundo en general fuera un solo y único organismo vivo, cambiante y homogéneo en partes iguales. Tanta es la diversidad, la multiplicidad y la fiesta de colores que hasta puede observarse, si el espectador es lo suficientemente perspicaz, una serie de matices narrativos muy relevantes: la densidad del pelo de un oso o la ínfima herida de un lobo en una piernita, la nitidez cromática de un tatuaje en un brazo, la delimitación de una peca debajo de un pelo de la nariz, una tuerca de madera media salida de su eje adentro de un engranaje, un eclipse lunar, un pequeño trocito de hermosa lágrima corriendo tenue por una mejilla, etc. etc.
Sea como fuere, con polémica o sin ella, con humo barato o exento de él, con fragilidad estólida o histerismo rampante, God of War: Ragnarok, se puede sumar (tranquilamente y por mérito propio) a la lista de calidad que componen otros pasajes de la PlayStation a la PC, tales como Days Gone, ambos Horizons, Returnal y, recientemente, Ghost of Tsushima. Todos ellos con optimizaciones que los ubican al mismo nivel de su plataforma original, y que, en algunos casos y con determinadas configuraciones, incluso pueden superar el rendimiento en relación con la consola para la que, originariamente, fueron pensados y desarrollados.
Redacción: Enzo Servedía
Puntaje: 9.
Tiempo Gamer agradece a los desarrolladores y a Sony Playstatiom Latam por la copia cedida del juego.